A raíz de los bombardeos que sufrió la ciudad de València durante la Guerra Civil, al popular barrio del Carmen, se construyó un refugio antiaéreo en un solar que había a la esquina de las calles de Arriba y de Ripalda. Con una capacidad de cerca de seiscientas personas y una superficie de trescientos sesenta y dos metros cuadrados. Un búnker de hormigón con la palabra REFUGIO hecho con letras de estilo Art déco y colocada en medio de la esquina de ambas calles, a ambos lados dos flechas marcan en dirección opuesta donde hay las entradas. Una señalización muy visual pensada para todas aquellas personas que no sabían leer y que en el momento de sonar las sirenas anunciando un bombardeo accedieron fácilmente a su interior.
Cómo era perceptivo el refugio dispone de dos entradas suficientes alejadas entre sí, y construidas a noventa grados con escalas. Hay que reseñar que estos accesos en el interior del refugio no convergen el uno a ante la otra, sino que están desplazados evitando una corriente de aire perpendicular y que podría transmitir una ola expansiva en caso de una explosión.
Finalizada la guerra el refugio restó abandonado durante la década de los años cuarenta. Llegados a los años cincuenta, se convirtió en vivienda de familias e indigentes, desgraciadamente la gran riada que patio València el 14 de octubre de 1957, cuando el río se desbordó y va anego el barrio del Carmen, el refugio se inundó y lleno de barro.
Poco después el refugio fue limpiado y condicionado por la comisión fallera de la Falla Ripalda-Sogueros, creada en 1872, con una bomba de agua facilitada por un fallero - bombero retiraron toda el agua y el barro, gracias a las gestiones realizadas por los miembros de la comisión con el Ayuntamiento de València, este accedió que la mencionada asociación se hiciera cargo del refugio y que se encargara de mantenerlo, desde entonces se convirtió en el Casal Fallero de la Falla Ripalda-Sogueros.
Este no es un refugio que se visite de una manera reglada, se puede hacer cuando el casal está abierto y sobre todo durante la celebración de las fallas, sobre todo en los momentos menos tensos. Se descubre la puerta abierta y unas escaleras que descienden, empiezas a bajar por la escalera y después de salvar los noventa grados de seguridad se llega a una gran sala rectangular con nueve columnas centrales, es como cruzar una puerta estelar que te adentra en otra época, pero con festeros actuales, familias con niños, con adolescentes, y con una gran amabilidad, muestran al visitante aquel espacio que durante décadas han mimado y cuidado. Soy una persona que me he colado sin invitación, pero que me han acogido fraternalmente. Durante la visita he descubierto los bancos y estantes adosados a las paredes, las conducciones de ventilación y como no, un poco del día a día de la comisión, toda una joya.
Refugio antiaéreo de las calles de Arriba y de Ripalda
Para visitas hay que contactar con la comisión Fallera de la Falla Ripalda-Sogueros
Textos y fotografías Josep Maria Contel